El ácido láctico es un enemigo para quien practica deporte, pero, desde varios puntos de vista, debe considerarse un amigo. Existe la tendencia a creer que el ácido láctico, sea un enemigo del atleta o de cualquier que desarrolle una actividad física. Al ácido láctico se le dan muchas culpas, especialmente por el surgir de fatigas de todo tipo y por los dolores musculares. Su presencia en la sangre, en efecto, indica que en los músculos se ha producido energía con un mecanismo energético que no tiene necesidad de oxígeno, pero que determina, la formación del ácido láctico que, superando la membrana de la fibra muscular, se vuelca en la sangre.
La importancia de producir mucho ácido láctico
Si es baja la concentración de ácido láctico que se encuentra en la sangre después de que un atleta ha efectuado un esfuerzo durante el cual se ha empeñado al máximo, significa que ha derivado poca energía del mecanismo que determina la producción. Y esto seguramente no es un aspecto positivo, especialmente en las disciplinas deportivas en las que los resultados dependan enormemente de la eficiencia del mecanismo del ácido láctico, por ejemplo los 400, los 800, y los 1500 metros de la atlética ligera, todas las pruebas de canotaje, los 100 y los 200 metros de la natación, etc. Quien compite en estas pruebas y produce poco ácido láctico está destinado a obtener resultados muy escasos.
La posibilidad de recurrir macizamente al mecanismo láctico, es una característica totalmente positiva. Esta depende de muchos factores: por el hecho de poseer músculos compuestos por una buen porcentaje de ciertas específicas fibras (en especial aquellas del subtipo FTG); de haber cumplido una preparación idónea; de tener en los músculos, al momento de la salida, una buena reserva de , esa especie de azúcar, concentrado, de los que los mismos músculos traen la gran parte de la energía.
El destino del ácido láctico
Una vez que ha pasado a la sangre, el ácido láctico va poco a poco eliminado.
El corazón, por ejemplo, lo usa como combustible, igual que hacen algunos músculos poco empeñados; los riñones y el hígado lo transforman en glicógeno.
En un atleta entrenado, ya después de siete minutos la mitad de lactato ha desaparecido de la sangre. En cualquier caso, aunque va producido en cantidades enormes, en pocas decenas de minutos del final del esfuerzo, todo el ácido láctico va metabolizado.
Los dolores musculares del día después no son causados, como alguno cree, por el hecho de que en ellos exista todavía ácido láctico (aunque si, en verdad, ello puede determinar en las , especialmente para quien no está entrenado, lesiones que necesitan un poco de tiempo para ser curadas).
El ácido láctico es, sin duda, un fenómeno que, actualmente, fuera del deporte, se verifica siempre menos. Es, en cualquier caso, totalmente fisiológico.
Si acaso hay que recordar que los entrenamientos (y con mayor razón las competiciones) que determinan una fuerte producción de ácido láctico, provocan asimismo un stress notable.
Se tenga en cuenta que en el cuerpo el ácido láctico no existe como tal, desde el momento que, enseguida de haberse formado, se disocia en un ión de hidrógeno cargado positivamente (H+) y en un ión lactado cargado negativamente (LA-). Es sobre todo el ión hidrógeno (H+) que crea molestias al organismo por el hecho de que su acumulación en las fibras y en la sangre determina un aumento de la acidez, que consiguen una disminución de la eficiencia de los músculos y también una reducida eficiencia del cerebro (cuando existe una elevada producción de lactato, por ejemplo, los reflejos son más tardíos). El otro ión, el lactado (LA-) crea un menor número de problemas. Es la tasa de tales sustancias la que viene medida en la sangre.
¿Cómo podemos evitar el ácido láctico? con entrenamiento, no hay más. A base de entrenar, el organismo despliega mecanismo adaptativos que hace que el ácido láctico no se acumule tan rápidamente y si comienza a hacerlo, el músculo lo soporte de forma más efectiva.
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