El balance hídrico lo regulamos
mediante mecanismos complejos basados en la interacción entre respuestas
neuroendocrinas y renales definidas por cientos de miles de años de evolución
como cazadores y recolectores en unas dificilísimas condiciones ambientales.
Nuestro origen evolutivo en zonas de fuerte calor africano, unidas a la
necesidad de una intensa actividad física para cazar y, sumadas a la proteína
de alta calidad de la carne de caza, aumentaron la dopamina (clave en la
termorregulación) y dieron lugar a la expansión de las zonas más modernas y
complejas del cerebro humano (la dopamina es el neurotransmisor de mayor
concentración en el córtex prefrontal). La termorregulación fue de vital
importancia en nuestra adaptación al entorno, de hecho, el aumento de nuestro
tamaño (de los primates más primitivos (Australopitecos) al Homo Habilis y
Heildebergensis), se hizo en base a la linealidad (predominio de longitudes
sobre anchura) para mejorar la termorregulación. Esa es, pues, una
característica esencial de nuestra especie, una capacidad de enfrentarnos con
un fuerte calor ambiental, lo que nos permitió cazar de día sin competir con
cazadores más especializados. Por otro lado, nuestro recorrido por el planeta
no hay que olvidar que se realizó siguiendo líneas fluviales y costeras, de
este modo, siempre nos hemos asegurado de la presencia de agua, principal
componente del sudor cuya evaporación nos permitía realizar grandes esfuerzos
en la caza (se calcula que un homo sapiens hace 40.000 años recorría
más de treinta kilómetros diarios). Somos, pues, una especie que sin ser un
depredador especializado, ha sido capaz de aunar una serie de características
basadas en la estrategia de grupo, habilidad en el uso de herramientas,
posibilidad de realizar grandes esfuerzos físicos en condiciones de difícil
termorregulación y todo ello nos ha conferido la capacidad de sobrevivir y
desarrollarnos en todo el planeta hasta la situación actual.
En todo este conjunto de adaptaciones, no podemos olvidar que
la termorregulación en el homo sapiens en pleno esfuerzo físico, se
basa en la evaporación del sudor, fundamentalmente. Para ello hemos
desarrollado unas extraordinarias capacidades evolutivas. Hemos desarrollado
una piel rala, con un gran número de glándulas sudoríparas ecrinas, un
bipedalismo lineal y una gran capacidad para mantener esfuerzos aerobios de
gran duración. Pero para que todo ello se produzca, debe haber líquido que eliminar en forma de sudor, por lo que su
contenido es clave para determinar las pérdidas de solutos que hay que reponer.
La necesidad de agua, en nuestra
especie, está marcada por la termorregulación basada en un mecanismo muy
eficiente de eliminación de calor del núcleo interno (vísceras, corazón y
cerebro) mediante la evaporación del sudor.
La evolución ha primado la realización
del esfuerzo físico de la caza y la migración estacional siguiendo a los
animales herbívoros (supervivencia del conjunto) frente a la supervivencia
individual. Hay que tener en cuenta que (desde el punto de vista evolutivo)
para el organismo correr un maratón (por ejemplo) no es una cuestión de ocio,
sino de supervivencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario